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Slavoj Žižek, un idealista Caballo de Troya

Simon Hardy

El filósofo Slavoj Žižek es un fenómeno global de la izquierda, Simon Hardy examina algunas de sus ideas

En los últimos quince años el filósofo esloveno Slavoj Žižek ha alcanzado la prominencia en toda Europa y más allá de sus fronteras, como uno de los principales intelectuales de izquierda actualmente vivos. Como escritor prolífico ha producido una montaña de libros, muchos de ellos disfrutados por su estilo enérgico, su ingenio y su tan pregonada capacidad para pasar de un análisis de Ópera Clásica al Capital y luego a las películas de Alfred Hitchcock en unas pocas páginas.

Žižek es uno de los pioneros de una especie de renacimiento de la academia Marxista: un soplo de aire fresco en el, por otro lado, muy viciado ambiente de la universidad moderna. No tiene miedo de señalar puntos escandalosos, aclamar (irónicamente) a Stalin y sacrificar algunas de las vacas sagradas de la Izquierda, mientras declara que es esencial volver a Lenin y Marx si queremos reorientar la izquierda radical.

Sin embargo, a pesar de su popularidad entre la izquierda, desde un punto de vista marxista es necesario concluir que cualesquiera que sean los beneficios de Žižek para la Izquierda intelectual, en última instancia, añade más confusión que claridad. El problema más grave con su proyecto intelectual es su intento para conciliar el idealismo alemán clásico con una especie de marxismo vulgarizado, interpretado a través de una “lectura” Hegeliana-Lacaniana. Esa tarea sólo puede implicar malas noticias, recortando la prosa ingeniosa y las agradables referencias a la cultura moderna, el proyecto de Žižek es, en definitiva, el equivalente al de un cuco en un nido.

Por supuesto, si aceptamos que Žižek es simplemente un filósofo de “izquierdas” con un interés pasajero en el Marxismo y el Leninismo entonces tal vez podamos dejar la cuestión aquí – pero Žižek precisamente intenta congraciarse con la extrema izquierda, hablando en diversas conferencias y eventos, incluyendo algunos dicen estar defendiendo una agenda (revolucionaria) comunista. Se describe a sí mismo, entre otras cosas, como un Marxista, incluso como Leninista. Es necesario cuestionar estas proclamas; simplemente aceptarlas de entrada es permitir a los Caballos de Troya penetrar en el seno de la izquierda revolucionaria.

Žižek como un marxista

Lo más llamativo que separa a Žižek de los marxistas en términos de su estilo y trabajo es que carece totalmente de la práctica sistemática y metódica del socialismo científico. El Capital puede ser una lectura más farragosa que En Defensa de Causas Perdidas, pero ciertamente es un libro más serio en términos de cómo Marx abordó su tema. Los libros de Žižek son como un disparo de trabuco de ideas, y rastrear los cientos de conceptos e ideas distintas en cada libro para alcanzar la esencia de la cuestión es difícil. Esto no es simplemente una cuestión académica de estilos de escritura, sino que refleja la actitud propia de Žižek ante la forma y el contenido de los conceptos de ideas políticas y filosóficas, que está, en cierto modo, desconectada de la realidad de la lucha de clases. Si todo es visto a través de un prisma idealista y, a continuación, sintetizado por medio de referencias culturales modernas, la importancia de la lucha real de las personas de vida común y corrientes se pierde a menudo en las incontables palabras.

Las referencias de Žižek a Marx son esporádicas, enterradas entre referencias (por lo general más comunes) a autores del el tipo de Alain Badiou (¡Maoísta francés que Žižek compara con Hegel!), Heidegger, Nietzsche, Lacan, Hegel, Schelling y Kierkegaard. Toma algo de cada uno, a veces algo sabio, más a menudo cuestiones tangenciales o esotéricas, pero ciertamente no siempre desde la rama materialista de la filosofía.

De hecho es tal vez más famoso por su trabajo pionero en popularizar a Lacan. Vamos a establecer en primer lugar donde encaja exactamente Lacan en el mundo post-marxista. Lacan, quien rechazó el marxismo en favor de su propia marca de psicoanálisis, fue una inspiración para Althusser, el fundador del moderno estructuralismo. El problema con el estructuralismo es que relega el espíritu vivo del marxismo y su análisis social a la condición de peso muerto, sin ningún concepto real de agencia o contingencia. El sujeto políticamente activo, capaz de acción revolucionaria, está simplemente ausente de Althusser. La clase obrera está tan dominada por lo que se denomina Aparato Ideológico del Estado que es constantemente frustrada a la hora de formar una conciencia revolucionaria coherente y emanciparse a sí misma. Esta filosofía encaja perfectamente en la principal tendencia intelectual de la Izquierda de post-guerra de relegar a la clase obrera a una posición subordinada, de declararla ‘ya no revolucionaria’, un camino que siguieron gente como Herbert Marcuse y Jurgen Habermas. Por supuesto Althusser y Žižek podrían sin duda jurar su fe en la clase trabajadora, pero su modelo preferido de sociedad y cómo se desarrolla esa conciencia, no les ayuda a plantear el caso de la auto-emancipación de la clase obrera.

Antes al contrario, sólo los intelectuales estarían realmente libres de esta dominación ideológica. Althusser, él mismo un intelectual francés en el estalinizado Partido Comunista, privilegiaba el papel de los intelectuales en la acción política, denigrando a la clase obrera como objeto irremediablemente pasivo de la opresión. Althusser cree que los sujetos sólo llegan a ser realmente sujetos por mediación la ideología, la interpelación (aclamación) de un sujeto por la ideología da al sujeto contenido y significado. En ese sentido todos somos los productos de un dominio ideológico sobre nuestra conciencia e incluso sub-conciencia.

Lacan desarrolló un sistema de psicoanálisis que Žižek intenta integrar en su punto de vista político. Lacan utiliza los términos lo Simbólico, lo Imaginario y lo Real para describir los tres órdenes de conciencia humana. A partir de Freud, añadió un particular giro post-estructuralista, la obsesión con el lenguaje que dominó a gran parte de la izquierda intelectual de post guerra en Francia. Por supuesto el lenguaje es un interesante campo de estudio, pero es equivocado ponerlo en el centro de la manera que hacen Lacan y posteriormente (aunque por razones diferentes) Habermas. Para los marxistas, el punto de partida de la investigación es el terreno socio-económico, y de ahí surgen las correspondientes fuerzas de clase, políticas, leyes, etc. El lenguaje es una parte crucial del desarrollo de los grupos humanos como seres conscientes, pero siempre, en última instancia, refleja la base socio-económica de la sociedad en la que se utiliza.

El concepto de lo Real es crucial para Lacan, opera fuera del lenguaje, no podemos conocerlo, no es sinónimo de la realidad, sino que tiene sus propios atributos esenciales. Esto es muy similar a la categoría Kantiana del noúmeno, el ding an sich (algo en sí mismo) la relatada esencia de fenómenos del mundo real, pero un mundo de esencias que no podemos conocer.

Hegel, de manera rimbombante, echó todo esto abajo. Argumentó que aunque el mundo está lleno de apariencias que existen aparte de las esencias, podemos conocer la esencia a través de la investigación racional. Marx está de acuerdo con esto e integró los conceptos de esencia y apariencia en El Capital, por ejemplo en su teoría del fetichismo de la mercancía.

Volviendo a Lacan, Žižek sostiene que hay un mundo que no podemos conocer, algo que sólo puede tener un carácter metafísico, ya que es no comprobable a través de incluso un mínimo análisis empírico. Para Lacan (y Žižek) lo Real está precisamente fuera del orden simbólico del lenguaje y no puede ser conocido; un materialista respondería: ¿de qué sirve entonces?

Incluso el concepto de la lucha de clases, central para el marxismo, se trata usando a Lacan o a Laclau como fuente primaria contra Marx. Como Robinson y Tormey señalan, Žižek niega la existencia de una clase capitalista en la realidad, por lo que acepta la lucha de clases, pero sólo como antagonismo y conflicto. Por supuesto, éstas son características de la lucha de clases, pero sin vincularlas al núcleo socio-económico de dónde provienen las clases y lo que hacen; Žižek hace uso de la lucha de clases simplemente como un ‘lo que ocurre”, mediada a través de una tríada de clases que corresponden a los Tres Órdenes de Lacan. Así pues, la desposeída y así llamada infra-clase es lo Real, la clase obrera se convierte en el orden Imaginario y la clase dirigente es el orden Simbólico.

La política económica de Žižek es débil, por lo que su llamamiento por una política de lucha de clases da la impresión de ser un motivo casi superficial para que algo-suceda, especialmente como veremos, por su teorización de que el proletariado es casi inexistente.

Filosofía idealista

Žižek ha gastado mucha tinta en libros que pretenden proporcionar una nueva lectura de Kant y Schelling. Dos de los principales son la Visión de Paralaje y el Resto Indivisible, ambos libros tratan con las antinomias Kantianas (Visión del Paralaje) y la Weltalter de Schelling (Fórmula del Mundo), e intentan encontrar lo que hay de bueno en ellas. El problema para los marxistas es que ambos filósofos tienen una relación antagónica frente al materialismo, el marxismo y la política de la lucha de clases. Schelling es un devoto idealista naturalista y anti-materialista que también fue un oponente filosófico de Hegel. Kant es el fundador del idealismo alemán moderno, cuya crítica por Hegel fue recogida por Karl Marx, quien rechazó la mayoría de las ideas de Kant (aunque Marx dio crédito a Kant por reintroducir la dialéctica como un concepto en filosofía durante la Ilustración.)

Entonces, ¿por qué tomar este rumbo? Como Žižek mismo admitió su “fin último es Hegel y Schelling”, ésa es la rama idealista de la filosofía alemana que Marx y Engels criticaron y de la que se alejaron. Los intentos para reintegrar tales ideas en una visión marxista del mundo siempre conducen al desastre, como mostró el resurgimiento neo-Kantiano en la socialdemocracia alemana hace cien años. Incluso Lacan, la aportación francesa al estructuralismo – es relegado al papel de una máquina, como en la “máquina de Lacan leyendo a Hegel leyendo a [Marx, o Lenin, o la Matriz o Mozart, etc.]”. Por supuesto una cierta flexibilidad intelectual puede ayudar a lanzar nuevas perspectivas sobre las cosas, pero Žižek se extravía hacia un método hipertrófico y ecléctico que tiene pocas coordenadas fijas para la verdadera aplicación crítica.

Žižek sostiene que Hegel, de hecho, sólo es realmente comprensible a través de la posición intermedia de Schelling, porque la Idea de Hegel es autogeneradora y el eterno Schelling la modera y abre una brecha a través de la cual pueden surgir la contingencia y la inmanencia. Schelling es necesario ya que proporciona una teoría no tanto del llegar a ser sino de empezar a ser.

Por supuesto es esencial añadir al método de Hegel, de hecho más que añadir, debemos sintetizarlo en un todo materialista, como Marx hizo, de lo contrario estamos varados en la filosofía burguesa temprana del racionalismo en lugar del socialismo científico. El argumento de Žižek es interesante, pero desde el punto de vista marxista plantea la pregunta: ¿por qué ir allí? Si Žižek está intentando decir que El Movimiento Kant-Hegel-Marx (cada uno criticando al otro hasta el escape final del idealismo con Marx) es erróneo, que de hecho es Kant-Hegel-Schelling-Hegel (ya que Schelling es importante para poner a Hegel en una línea correcta y resolver las contradicciones presentes en su sistema, por lo que tenemos que ir a través de Schelling para volver a Hegel), entonces ya empezamos a ver el problema de Žižek cuando alega que es un “comunista” o al menos un socialista científico.

Visión de Paralaje, considerada por Žižek como su “obra maestra” actúa de hecho como defensa y reducción del libro de Kojin Karatani Transcrítica, que propone reformular a Hegel y Marx como Kantianos, es decir que nunca alcanzaron la velocidad de escape del idealismo alemán y de hecho fueron arrastrados hacia atrás en el tiempo (tanto cronológicamente como filosóficamente) hasta Kant. En esencia, Karatani y Žižek argumentan que no es la síntesis de la dialéctica (o más bien la aufhebung) lo que es central para la metodología de Marx, pero de hecho la visión de paralaje, que es “la confrontación de dos perspectivas estrechamente vinculadas, entre los que ningún terreno común o neutral es posible”.

Žižek promete rehabilitar el materialismo dialéctico utilizando el nuevo modelo de visión de paralaje en contraposición al movimiento dialéctico. Žižek sostiene que es precisamente la brecha entre las antinomias la que es el espacio dialéctico, la tensión y la brecha son el punto real de conocimiento genuino, y debemos aceptar que existe un antagonismo irreductible en el núcleo de la misma. La posibilidad de síntesis, aunque no descartada per se, es relegada a una cuestión secundaria. Es posible leer esta metodología como muy cercana a la visión de Stalin sobre la dialéctica, donde él argumenta que es simplemente conflicto y contradicción, no negación (ni superación).

Así que de nuevo volvemos al concepto de antagonismo como inherente al sistema pero inconmensurable con un proyecto político para superarlo. El Socialismo en lugar de ser la síntesis de la lucha de la clase trabajadora, rebosando cualitativamente en un derrocamiento revolucionario del orden social existente, parece a un largo camino de distancia de donde Žižek acaba situándose, a pesar de que él afirma su fidelidad al Comunismo como una “Idea”.

El análisis dialéctico apunta al socialismo como el siguiente paso natural en el post-capitalismo al analizar la sociedad ya existente y ver, precisamente, cómo podría ser superada y conjurada en un nuevo orden de cosas. Žižek apunta en la dirección contraria, lejos de una verdadera emancipación y hacia un espacio de (¿permanente?) “tensión”.

Lenin y Trotsky: significantes y utópicos

El reciente proyecto de publicación de Žižek sobre la cuestión de la violencia revela aún más lo que él está tratando de hacer. Editando trabajos de Robespierre, Lenin y Trotsky, con la intención de colocar el Acto revolucionario en la vida política, Žižek curiosamente escoge Terrorismo y Comunismo, de Trotsky como su libro de cabecera. ¿Por qué es esto? Terrorismo y Comunismo tiene una reputación algo controvertida entre los socialistas revolucionarios, es Trotsky en su lado más Jacobino. Escrito en el apogeo de la Guerra Civil Rusa cuando Trotsky era Comandante en Jefe del Ejército Rojo, el panfleto pretende defender el uso de la violencia revolucionaria contra las críticas de Karl Kautsky. Mientras que debe leerse como una obra histórica y una polémica contra el pacifismo y la más importante forma contrarrevolucionaria del reformismo, contiene frases y políticas que están enraizadas en el entorno de una guerra civil y por lo tanto no evita argumentos contra la democracia, o sobre el papel del ejército y de la violencia en la defensa del estado de los trabajadores.

Leyendo el libro es fácil ver de donde los estalinistas consiguen sus conceptos sobre la dictadura del proletariado, en lugar de ver las prácticas antidemocráticas como un retraimiento necesario de la esencia del programa, causado por factores objetivos del momento, los estalinistas de hecho explotaron algunos de los argumentos coyunturales que Trotsky había dado y los extrapolaron a todo un sistema de reglas. Žižek incluso señala descaradamente el rumor de que después de la muerte de Stalin, entre sus papeles había una copia del libro fuertemente anotada y profusamente leída, ¡con muchas marcas junto a algunas de las secciones más autoritarias!

Žižek, sin una teoría de la clase trabajadora, sin un concepto del proletariado, sólo puede reducir la violencia revolucionaria a un Acto, uno que no requiere de la clase trabajadora en absoluto. Aquí podemos ver los gérmenes del estalinismo, y merece la pena que recordemos que Žižek a menudo hace chistes acerca de ser un estalinista. Como Ian Parker ha sostenido sin embargo, Žižek finge fingir ser un estalinista y, por supuesto, como Lacan dijo, siempre hay algo de verdad en una broma.

De hecho, en su ensayo, Repetir Lenin, el núcleo de su argumento es que en la condición post-moderna, donde la política “propiamente dicha” se ve frustrada por la política de identidad, pseudo-multiculturalismo y un discurso post-político de derechos humanos, Lenin significa alguien dispuesto a Actuar. ¿Pero qué Actuar? Žižek realmente cree que el aspecto más importante que recuperar de Lenin es su capacidad para reformular el marxismo a raíz de algunos acontecimientos políticos traumáticos que perturban las coordenadas anteriores y las dejan, en un sentido lacaniano, como un significante flotante. Es Lenin, ideado por Žižek, como una especie de infalible gran hombre/líder, que restablece las coordenadas y doblega la situación en su favor.

Así Žižek formula como sigue: “‘Lenin’ no es el nombre nostálgico para la vieja seguridad dogmática; muy al contrario, para decirlo en términos de Kierkegaard, EL Lenin que queremos recuperar es el Lenin-en-desarrollo, el Lenin cuya experiencia fundamental era la de ser arrojado a una catastrófica nueva constelación en la que resultaron inútiles las coordenadas antiguas, y que así se vio obligado a REINVENTAR el Marxismo: recordad su áspero comentario a propósito de algún nuevo problema: “Sobre esto, Marx y Engels nada dicen.” La idea no es volver a Lenin, sino repetirlo en el sentido de Kierkegaard: recuperar el mismo impulso en la constelación de hoy. El retorno a Lenin no apunta ni a revivir con nostalgia “los bueno viejos tiempos revolucionarios,” ni al oportunista-pragmático ajuste del antiguo programa a las “nuevas condiciones”, sino a repetir, en las presentes condiciones mundiales, el gesto leninista de reinventar el proyecto revolucionario en las condiciones del imperialismo y el colonialismo, de manera más precisa: después del colapso político-ideológico de la larga era del progresismo en la catástrofe de 1914… lo qué Lenin hizo para 1914, debemos hacer nosotros para 1990. ‘Lenin’ significa la irresistible LIBERTAD de suspender las rancias coordenadas (post)ideológicas existentes, la debilitante Denkverbot (pensamientos prohibidos) en que vivimos, simplemente significa que estamos autorizados a pensar de nuevo. “

¿Lenin como un espacio de pensamiento? Algo debe estar mal aquí.

Žižek concluye su re-imaginar de Lenin como sigue “En consecuencia, REPETIR Lenin NO significa un RETORNO a Lenin: repetir Lenin es aceptar que ‘Lenin está muerto,’ que su solución particular falló, incluso falló terriblemente, pero que había una chispa utópica en ella que vale la pena guardar.”

Lenin es resucitado, por lo tanto, no como Lenin el revolucionario, sino como un símbolo de algo diferente, una especie de enérgico espíritu político, un utópico y en última instancia un idealista (o en el caso de Žižek, un Ideal sin ninguna realidad para el hoy).

Ya que el proyecto de Lenin fue una revolución de la clase obrera, argumentar una repetición de Lenin sin un proletariado como sujeto revolucionario es una distorsión vacía, es, realmente, un grito por la libertad de pensamiento pero utilizando de manera hegeliana por Žižek.

¿Qué dice Žižek sobre la clase obrera? En el mismo ensayo Žižek lanza un ataque directo contra el concepto de la crisis proletaria de liderazgo. En resumen, este es el argumento presentado por Trotsky en la década de los años 30 de que la clase trabajadora es capaz de luchar contra el capitalismo, pero se ve sujetada por su liderazgo, los dirigentes sindicales, dirigentes de partidos socialdemócratas, parlamentarios, etc., quienes continuamente desvían la lucha hacia los seguros canales parlamentarios, u organizan huelgas de protesta que “nunca van demasiado lejos”. Una conceptualización de la amplitud y profundidad de la crisis de liderazgo es crucial para la estrategia revolucionaria de hoy y nos puede ayudar a superar la angustia moderna de la izquierda en las democracias liberales avanzadas, ¿por qué no hay más huelgas? ¿por qué no hay un mayor grado de conciencia de clase? Etc.

Žižek ataca esta idea argumentando que el esquema estándar de la Izquierda es “identificar algún movimiento de clase obrera que supuestamente muestre un verdadero potencial revolucionario o, al menos, socialista, pero que fuera primero explotado y, a continuación, traicionado por las fuerzas nacionalistas y/o pro-capitalistas. De esta forma, uno puede continuar soñando que la Revolución está a la vuelta de la esquina: todo lo que necesitamos es el auténtico liderazgo que sería capaz de organizar el potencial revolucionario de los trabajadores. Si uno va a creerles, Solidarnosc fue originalmente un movimiento obrero socialista-democrático democrático, más tarde “traicionado” por su liderazgo que fue corrompido por la Iglesia y la CIA… Esta misteriosa clase obrera cuyo empuje revolucionario es repetidamente frustrado por los traidores nacionalistas y/o políticos liberales, es uno de los dos fetiches de la mayoría de los trotskistas que aún quedan”.

Él sigue describiendo lo que considera el restante “fetiche”, la creencia de que si Trotsky y Lenin hubieran unido sus fuerzas contra Stalin en 1922, la burocracia emergente habría sido derrotada.

Su argumento contra el análisis de la crisis de liderazgo consiste en que para Žižek “la ‘auténtica’ clase obrera simplemente no existe.” ¿Qué quiere decir con esto? Por supuesto es cierto que la clase obrera industrial no existe en los países occidentales en la misma medida a como lo hizo en los años 20 o 30, que hay un desplazamiento a la economía del sector de servicios o banca y finanzas y un subsiguiente cambio en la forma de existencia de la clase trabajadora.

Esto es cierto en todo momento, la clase obrera en Reino Unido en tiempos de Marx no era la clase de trabajo en el Reino Unido de 1917 o 1987. Esto es simplemente un argumento para actualizar continuamente la estrategia y las tácticas y las relaciones con los nuevos sectores de trabajadores que entran en lucha: es también un argumento por el internacionalismo puesto que la clase obrera industrial existe ahora en países como China. Por tanto, si todo eso es cierto, entonces con el argumento de que la auténtica clase obrera no existe, debe existir en realidad una clase obrera inauténtica, es decir, no una clase obrera como la entendemos, o ni siquiera una clase obrera.

Sin guía para la acción

Si partimos del famoso pronunciamiento de Marx de que los filósofos sólo han interpretado el mundo, sin embargo el asunto es cambiarlo, entonces debemos comenzar mirando a lo que es la Guía para la acción de Žižek. Ahora bien, no toda idea filosófica o toda teoría debe ser directamente aplicable a la acción revolucionaria o emancipadora de algún tipo, pero Žižek ha salido con algunas propuestas a las que probablemente deberíamos echar un vistazo.

Uno de los mejores argumentos de Žižek se refiere al actual discurso dominante en las relaciones internacionales con respecto a la “intervención humanitaria”. Él ataca esto con razón como un pretexto político para el imperialismo. Coloca el argumento sobre el humanitarismo como uno de “urgencia”, es decir, la demanda de que tenemos que actuar, y actuar rápidamente, para prevenir el genocidio, las violaciones de derechos humanos, etc. Esto cierra el espacio para el debate y la discusión, permitiendo que el status quo (el imperialismo) establezca la agenda y neutralice a la oposición. Mientras que todo esto cierto, su solución expone la debilidad radical de su proyecto completo, desde un punto de vista emancipador. Tal vez esté diseñado en la típica forma Žižekiana de “choque”, pero lo que propone es precisamente “no hacer nada”. Esto da tiempo para pensar, para considerar reflexivamente alternativas de acción.

Žižek mismo no puede proponer nada, ya que no tiene un verdadero concepto de la clase obrera revolucionaria, de una verdadera subjetividad política para contrarrestar el imperialismo. Como socialistas, nos oponemos a la intervención imperialista y pedimos el armamento de los afectados por un potencial genocidio (Darfur por ejemplo) para defenderse ellos mismos.

Žižek en otro trabajo sostiene que “por lo tanto estoy tentado a revertir la Tesis 11 de Marx: la primera tarea hoy es precisamente no sucumbir a la tentación de actuar… sino cuestionar las coordenadas ideológicas hegemónicas.” ¿Pero aquellos de nosotros que ya hemos cuestionado las coordenadas ideológicas hegemónicas y ya hemos desarrollado una estrategia de acción, debemos esperar?

Una noción de Acción revolucionaria, pero sin un proletariado del que hablar conduce por el camino al terrorismo revolucionario, o como Žižek se llamó una vez a sí mismo, al “Linksfaschismus” (fascismo de izquierda) (si esta elección radical es denunciada por los liberales llenos de conmiseración, ¡así sea!), es decir la violencia infligida en la sociedad por algún otro tipo de autoritario que se atrevió a Actuar. Esto se deduce de la crítica de Sharpe de Žižek que, siguiendo los pasos de Marcuse, Žižek conecta la despolitización (post-política) actual con una ideología estructuralmente abrumadora que puede llevar bien hacia el cinismo o hacia el ultra izquierdismo voluntarista.

Un buen ejemplo proviene de Revolución a las Puertas, su edición de los escritos de Lenin de 1917. Žižek, sostiene que un acto verdaderamente impactante en una manifestación que se enfrenta a la policía es “que las personas empiezan a golpearse mutuamente”. ¡Gracias por el consejo camarada! de asesoramiento.

Conclusión

Ciertamente Žižek es un pensador muy interesante cuando se trata de análisis cinematográfico y cultural, y en este terreno, sin duda, merece la pena leerle y reflexionar. Algunos de los conceptos que emplea, por ejemplo en su “Guía al Cine para Pervertidos” son extraordinariamente perceptivos y permiten lecturas radicales de películas que proporcionan información completamente nueva.

Sin embargo cuando traspasa las fronteras de este campo agrega no tanto visión como confusión, y ofrece un camino peligroso para aquellos que deseen seguirlo incondicionalmente. Es un testimonio de la debilidad general de la teoría Marxista hoy en día, especialmente cuando se trata de filosofía, que alguien como Žižek pueda ser homenajeado como una gran fuente de inspiración y un paso adelante. En lugar de un regreso al idealista Hegel como fuente de inspiración, los socialistas necesitan enfocar el caso positivamente para la realidad de la revolución en el aquí y en el ahora, para la centralidad de la clase obrera como el sujeto-objeto de la lucha revolucionaria contra todas las condiciones sociales existentes.

El Marxismo de post-guerra fue una amarga retirada de las ganancias de 1902-1922, lejos del programa y conceptos revolucionarios y en medio de un pantano de eclecticismo, estructuralismo y eventualmente casi fatalmente herido por la postmodernidad. Es un producto de y una contribución al declive político general de la Izquierda, la confusión de los intelectuales de Izquierda y posteriormente al alejamiento de las cuestiones estratégicas de la política revolucionaria. Žižek pretende contribuir a una reactivación del comunismo y a un renovado debate sobre estas cuestiones. Ciertamente él provoca debate, pero en realidad es un Caballo de Troya, introduciendo de contrabando de conceptos idealistas y antirrevolucionarios en la Izquierda.

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